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                        EN ESTO CREEMOS

 

 

Creemos que La Biblia es la Palabra de Dios. Como tal es nuestra máxima autoridad en fe y en conducta, y de ella se desprenden las siguientes doctrinas:

 

·       Creemos en un solo Dios vivo y verdadero, quien se ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

·       Creemos que Jesucristo vino al mundo para salvar a todos los hombres y mujeres mediante el sacrificio de la cruz.

·       Creemos que todos podemos obtener el beneficio de la salvación si verdaderamente nos arrepentimos y creemos en Cristo.

·       Creemos que Dios nos perdona y nos libera de nuestros pecados: pasados, presentes y futuros, y nos justifica por medio de la fe en Jesucristo.

·       Creemos que Dios obra en nosotros un cambio, nos da un nuevo corazón, para vivir una vida nueva de acuerdo a su voluntad, nos regenera.

·       Creemos que al aceptar a Cristo como Señor y Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en nuestras vidas, nos sella, nos escoge para gloria y honra de Dios.

.       Creemos que a partir de "ser sellados" se inicia la vida cristiana, que es una vida de santidad conforme al ejemplo de Cristo y que tiene como meta la perfección.

                                                                   Fuentes Teológicas

. Las Sagradas Escrituras. Afirmamos: "No tenemos otros principios   que  son revelados en la Palabra de Dios".

·       La Razón. La fe y la razón van de la mano, la razón es un don de Dios que debemos usar tanto como podamos. De no usarla nos conduciría al fanatismo, la superstición y el error.


·       La Experiencia Personal. Afirmamos y elaboramos nuestra doctrina sobre aquello que nos consta.

·      La Tradición. Creemos en un Dios, que se ha relacionado con su Iglesia a través de la Historia, ésta, nos confirma la dirección del Espíritu Santo en la dimensión universal y personal. 

 

Énfasis DoctrinalesSe hace énfasis los siguientes postulados doctrinales:

·       La Universalidad de la Gracia. Todos somos bienvenidos para gozar del favor de Dios y de la vida eterna.

 

·       La Justificación sólo por la Fe. El perdón de Dios se obtiene por la fe en la obra expiatoria de Cristo en la cruz.

 

·       El Testimonio del Espíritu. El Espíritu Santo nos da la certidumbre del perdón de nuestros pecados, de que hemos nacido de nuevo y bajo su dirección vamos en el camino de la santidad.

 

·       La Santidad o Perfección Cristiana. "Es el amor gobernando al corazón y la vida destilándose en nuestro carácter, palabras y acciones." 

 

                                   El Carácter de un Cristiano

 

Se establecen aquellas cosas que: el/la cristiano debe evitar: todo lo malo;  y procurar hacer: todo lo bueno; nuestras acciones deben procurar su comunión con Dios. Por lo tanto, ellas deben, en la actualidad, informar y nutrir nuestro deseo y señalar el camino para "llegar a la estatura del varón perfecto".

La marca de una persona cristiana es  "el amor de Dios ha sido derramado en su corazón por el Espíritu Santo que le fue dado" (Romanos 5:5). Así pues, la/el cristiano ora sin cesar, está siempre gozoso, da gracias en todo, ama a su prójimo como a sí mismo haciendo bien no sólo a sus almas sino a sus cuerpos también, y "no hace su voluntad sino la de Aquel que lo envió" (Juan  5:30), y todo lo que hace, lo hace para la gloria de Dios. Un cristiano, entonces, "piensa, habla, y vive de acuerdo al método establecido en la revelación de Jesucristo. Su alma ha sido renovada en la imagen de Dios, en justicia y en toda verdadera santidad. Y teniendo la mente que hubo en Cristo, anda como Cristo anduvo". 

 

Con el fin de evitar la intolerancia religiosa creemos en la máxima que dice “pensamos y dejamos pensar”; esta frase confirma que mantenemos firmes creencias en lo que es esencial al cristianismo y no se detiene a contender en lo que es superficial. Pero, por otro lado, no abandonamos  ni los principios  ni las  doctrinas bíblico-teológicas en favor de la tolerancia. Creemos firmemente en que estamos llamados a “dar razón de la fe que hay en nosotros”, a “juzgar (examinar y analizar) lo que otros enseñan, a “probar los espíritus” y a defender con ahínco la sana doctrina, la cual consideramos, “puede hacernos sabios”.

En cuanto a las Sagradas Escrituras afirmamos, que como Cristianos "no tenemos otros principios que los revelados en la Palabra de Dios". Porque toda la Escritura es inspirada por Dios, esta viene a ser la regla cristiana para diferenciar entre lo bueno y lo malo; la Biblia es la fuente central de donde brota y con la que se confirma o rechaza lo que las otras fuentes proveen. Dios mismo nos enseña el camino al cielo, y lo ha escrito en ese libro. 

 

La Razón es otra fuente importante para la Iglesia Cristiana en el proceso de hacer teología. No necesitamos renunciar a nuestra razón para creer, porque renunciar a nuestra razón también significaría renunciar a la fe cristiana. Más bien la fe y la razón van de la mano puesto que toda fe irracional es una fe falsa. Nuestra razón es un don de Dios que debemos usar tanto como podamos. Sin embargo, debemos tener en cuenta que aún empleando la razón hasta sus límites, ésta no podrá producir ni fe, ni esperanza, ni amor, ni ninguna otra virtud; tampoco producirá verdadera felicidad en nosotros, puesto que todo esto es un don de Dios.

Esta última afirmación, a pesar de todo, no descalifica a la razón como una parte integral en la manera de hacer teología dentro de la Iglesia Cristiana, debido a que: 

 

·  Por la razón aprendemos lo que es el nuevo nacimiento, sin el cual no podemos entrar en el reino de los cielos; y qué es la santidad sin la cual nadie verá al Señor.

·  Por el adecuado uso de la razón llegamos a saber cuáles son las características que tiene la santidad interna; y lo que significa ser santo externamente, santo en toda manera de conversación. En otras palabras, llegamos a comprender cuál era la mente que estaba en Cristo y qué significa andar como Cristo anduvo.

La siguiente fuente teológica representa la mayor aportación del movimiento Cristiano a la teología cristiana: la Experiencia. La Iglesia Cristiana no se queda en el campo de las formulaciones teológicas teóricas por sí mismas. Más bien es una Iglesia vivencial, es una Iglesia que afirma y elabora sobre aquello que le consta, aquello que ha vivido. Pero aquella experiencia no se limita al campo de lo personal, subjetivo e interno; sino que tiene su expresión externa en la vida de la persona que resulta en la transformación de la sociedad. El nuestro no es un cristianismo puramente cerebral, también es una religión del corazón. Pero para que la experiencia sea válida debe estar fundamentada en la Escritura. Es decir, la experiencia solamente confirma aquello que la Escritura establece.

 

La experiencia es suficiente para confirmar una doctrina que está fundada sobre la Escritura...y aunque muchos fantaseen experimentar lo que en verdad no ha sucedido, esto no debe ser un prejuicio en contra de la verdadera experiencia.

 

Se advierte sobre lo importante que es la experiencia, pero también advierte sobre llegar a creer que las manifestaciones externas (emociones, paroxismos, psicosis colectiva)  de una experiencia dada, por sí solas, pueden ser justificables. La experiencia es una categoría vital, no como fuente de doctrina, sino como prueba de si estamos viviendo las promesas de las cuales habla la doctrina. La norma para considerar la autenticidad de las manifestaciones de cualquier experiencia siempre debe ser la Palabra de Dios. Lo que se experimenta debe estar claramente enunciado y contenido en la Biblia. De esta manera vemos, una vez más, la primacía que las Sagradas Escrituras tienen sobre la vida y teología de la Iglesia.

La cuarta fuente que usamos para hacer teología es la Tradición. Esta debe entenderse como la revelación de Dios a su Iglesia a través de su historia. La tradición, entonces, es la historia de la organización, interpretación y formulación de las doctrinas emanadas de las Sagradas Escrituras que la Iglesia cristiana ha elaborado durante casi dos milenios bajo la dirección del Espíritu Santo. Y aunque la tradición pueda ser falible, es el mejor juez sobre el significado de la Escritura de lo que cualquier interpretación privada actual pudiera ser. Necesitamos considerar los asuntos organizacionales, doctrinales y teológicos en su perspectiva histórica, puesto que al hacerlo así podemos descubrir, aclarar o confirmar la verdad o error de una premisa teológica. 

 

Debemos mencionar que una forma de llegar al conocimiento de Dios puede ser la contemplación de la Creación Natural. Esta nos sirve para descubrir o reconocer que hay un Creador, un Señor de todo. En la creación natural, en las cosas visibles, aún los analfabetas pueden ver la presencia del Dios invisible. Sin embargo, esta no es una fuente - en el mismo sentido que las otras cuatro ya mencionadas- para hacer teología debido a que la creación natural, por sí sola, deja sin respuesta la pregunta que en verdad es importante "¿Qué tipo de Dios es ése?".

 

Estas son las fuentes que nutren nuestra teología y doctrina. Pero, como vemos, las Sagradas Escrituras siempre permanecen como la fuente por excelencia. Las Escrituras siempre son el centro alrededor del cual giran los otros aspectos. Esto podemos ilustrarlo de la siguiente manera:


Es esta centralidad de las Escrituras, y el continuo influjo del Espíritu Santo, lo que ha mantenido la coherencia, ha informado la doctrina, ha impulsado la prédica y mantiene la obra de las misiones cristianas en todos los países donde éstas se ha naturalizado hasta el día de hoy. Así pues, podemos declarar que como cristianos la base de esta  doctrina no es otra que la Palabra escrita de Dios contenida en los libros del Antiguo y Nuevo Testamentos. 

Es de las Sagradas Escrituras, entonces, que brotan las doctrinas cristianas Cristianos que se confirman en la experiencia personal, corrobora y ordena la razón humana, se corrigen o complementan en la tradición y que nuestra denominación enfatiza de forma tan especial. A continuación describiremos brevemente esos énfasis doctrinales.

La Universalidad de la Gracia, es la doctrina que establece que el amor de Dios no está limitado ni a un número ni a un tipo especial de persona. Es decir, que el sacrificio de Cristo es universal en cuanto a su extensión y este cubre cualquier pecado de cualquiera y de todos los seres humanos desde el principio y hasta el fin del tiempo. 

Cristo murió por todos los hombres y mujeres y, por lo tanto, todos están en condición de ser salvos. Todos son bienvenidos para gozar del favor de Dios y de la vida eterna (Juan 3:16-17; 2 Corintios 5:14-15; 1Timoteo 2:3-6; Tito 2:11-14, Hebreos 2:9; 1 Juan 2:1-2). Así pues, hallamos que la misericordia de Dios está en ofrecer la redención a través de Cristo de forma completa, gratuita y universal.

La Justificación por la Sola Fe, es la doctrina que declara que el perdón de Dios se obtiene por la fe en la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Pero incluso esta fe en Cristo es un don de Dios. De nosotros no merecemos nada sino la condenación eterna. No existen méritos en el hombre o la mujer que propicien o nos ganen ni el amor ni el perdón de Dios.

La justificación por la fe, el perdón del pecador, es la liberación de la culpa y la condenación por la expiación de Cristo... aplicada al alma del pecador que ahora cree en él, y una liberación del poder del pecado a través de que Cristo ha sido "formado en su corazón". 

La apropiación personal de los méritos de Cristo en la cruz es esencial para ser perdonado y esto se expresa en la "confianza y seguridad de que Cristo murió por mis pecados, de que me amó y se dio a sí mismo por mí". 

La fe es "lo único sin lo cual nadie puede ser justificado, lo único que es inmediato, indispensable y absolutamente un requisito para el perdón" (en el Sermón Justificación por la Fe). La justificación es lo que Dios hace por nosotros, y esta justificación es la única base real para el comienzo de la vida cristiana (Hechos 13:38-39; 16:30-31, Romanos 3:28,30; 4:5; 5:1-2; 10:4). 

La obra del Espíritu Santo comienza en su intento de convencer a la persona de pecado y continúa su obra en la regeneración - nuevo nacimiento- que experimenta la persona en la justificación por la sola fe. Pero su oficio principal es la obra que realiza en los ya creyentes. Así pues, de la obra del Espíritu Santo se desprende otra doctrina: el Testimonio del Espíritu. Esta doctrina afirma que nadie puede creer en Cristo si no es por la intervención del Espíritu Santo y que nadie puede estar seguro de ser hijo o hija de Dios si no es porque el Espíritu le da testimonio de que esto es así. El Espíritu Santo nos da la certidumbre de que nuestros pecados han sido perdonados, hemos nacido de nuevo y bajo su dirección vamos en camino a la santidad tanto interna como externa (Romanos 5:5; 8:16; Gálatas 4:5-7; 1 Juan 5:9-10).

Ante la posibilidad de que alguien se engañe a si mismo suponiendo que el Espíritu Santo le convence de algo que no tiene, el Reverendo John Wesley explicó la interdependencia de los dos aspectos del mismo testimonio del Espíritu: el testimonio directo a nuestro espíritu, y el testimonio indirecto, o sea, la paz que da a nuestra conciencia el Espíritu cuando nos muestra su propio fruto producido en nosotros. 

 

La Santidad o Perfección Cristiana es el tesoro que Dios le ha dado a la Iglesia Cristiano. Por lo tanto, su misión especial es mantener "y extender (esta doctrina de) la santidad escritural sobre la tierra". La santidad es la meta y corona de la vida cristiana. Es decir, la santidad no es solamente esencial a sino que es la culminación de la vida cristiana; también es la obra de la gracia de Dios que se nos concede por la fe: 

...somos santificados por la fe tal y como somos justificados por la fe... Exactamente como somos justificados por la fe, así también somos santificados por la fe. La fe es la condición, y la única condición, de la santificación, exactamente como lo es de la justificación.  

La vida santa, entonces, es "¡Amar a Dios y al prójimo con todo tu corazón, confiar completamente en los méritos de Cristo, y vivir gozosamente en el Espíritu!" (Albert Outler). Podemos resumir, en las palabras de Wesley, que la santidad "es el amor gobernando el corazón y la vida, destilándose en nuestro carácter, palabras y acciones" (en La Perfección Cristiana, p. 47). 

La santificación no es una mera experiencia subjetiva, interna, íntima del corazón. La santidad encuentra su realidad en la vida cotidiana; la santidad se demuestra en el cambio de nuestro carácter, palabras y actos de todos los días.

 

La santidad debe tener señales externas que confirmen que la experiencia interna no es falsa o que es un mero momento emocional. La santidad, entonces, es el amor de Dios derramado completamente en nuestros corazones "porque si el amor ocupa todo el corazón, ¿qué lugar hay para el pecado?" (Romanos 6:22; 2 Corintios 7:1; 1 Tesalonicenses 3:13-14; 4:3-7; 5:23-24; Tito 2:14; Hebreos 12:14; 1 Pedro 1:15-16).


            Estas son las doctrinas que
se enfatizan como creencia.

 

 

Como Cristianos, afirmamos que nuestro quehacer teológico tiene como eje a la Escritura, alrededor de ésta están la Razón, la Experiencia y la Tradición (historia de la Iglesia Cristiana) y que cada una de ellas halla su confirmación en la Palabra de Dios. Hacer teología usando estas fuentes le ha dado a nuestra denominación las características y las doctrinas que la hacen un miembro útil en el Cuerpo de Cristo. Como una denominación evangélica afirmamos que es por la gracia de Dios por quien "vivimos, y nos movemos y somos" (Hechos 17:28), y por nadie más. Y que todo lo que hacemos, lo hacemos "de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiremos la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servimos" (Col. 3:23-24). Amén.

 

 Otros Artículos de Religión

 

DE LA FE EN LA TRINIDAD

 

Hay un solo Dios vivo y verdadero, el cual es eterno, sin cuerpo ni partes, e infinito en poder, sabiduría y bondad, el Creador y Conservador de todas las cosas, así las visibles como las invisibles. Y en la unidad de esta Deidad hay tres Personas de una misma sustancia, poder y eternidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. 

 

DEL VERBO, O HIJO DE DIOS, QUE FUE HECHO VERDADERO HOMBRE

 

El Hijo, que es el Verbo del Padre, verdadero y eterno Dios, y de una misma sustancia con el Padre, tomó la naturaleza humana en el seno de la bienaventurada Virgen; de manera que dos naturalezas enteras y perfectas, a saber: la divina y la humana, se unieron en una sola persona, para jamás ser separadas; de lo cual es un solo Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el cual verdaderamente padeció, fue crucificado, muerto y sepultado, para reconciliar a su Padre con nosotros, y para ser sacrificio, no solamente por la culpa original, sino también por los pecados personales de los hombres.  

DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO 

Cristo verdaderamente resucitó de los muertos, volvió a tomar su cuerpo con todo lo perteneciente a la perfección de la naturaleza humana, con el cual subió al cielo, y ahí está sentado hasta que vuelva para juzgar a todos los hombres en el día postrero.

 

DEL ESPÍRITU SANTO 

El Espíritu Santo, el cual procede del Padre y del Hijo, es de una misma sustancia, majestad y gloria con el Padre y con el Hijo, verdadero y Eterno Dios.

 

DE LA SUFICIENCIA DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS PARA LA SALVACIÓN 

Las Sagradas Escrituras contienen todas las cosas necesarias para la salvación de manera que no se debe exigir que ningún hombre reciba por artículo de fe, ni considere que es requisito necesario para la salvación nada que en ellas no se lea o que no se pueda probar con ellas. Con el nombre de las Sagradas Escrituras entendemos que se trata de aquellos libros del Antiguo y del Nuevo Testamento de cuya autoridad nunca hubo duda en la Iglesia.Los nombres de los libros canónicos son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Ruth, I de Samuel, II de Samuel, I de los Reyes, II de los Reyes, I de las Crónicas, II de las Crónicas, Esdras, Nehemías, Esther, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías.Todos los libros del Nuevo Testamento, tal como son aceptados generalmente, nosotros los recibimos y los tenemos por canónicos. 

 

DEL ANTIGUO TESTAMENTO

 


         El Antiguo Testamento no es contrario al Nuevo Testamento, pues que en ambos testamentos se  ofrece la vida eterna al género humano por Cristo, el cual es el único Mediador entre Dios y el hombre, y es al mismo tiempo Dios y hombre. Por lo cual no se debe escuchar a aquellos que inventan que los antiguos patriarcas tenían puesta su esperanza tan sólo en promesas transitorias. Aunque la Ley que Dios dio por medio de Moisés, en lo que se refiere a ceremonias y ritos, no obliga a los cristianos, ni deben ser recibidos necesariamente sus preceptos civiles en ningún estado o nación, sin embargo, ningún cristiano queda exento de la obediencia debida a los mandamientos que se llaman morales.
 

 

DEL PECADO ORIGINAL O DE NACIMIENTO

 

El pecado original o de nacimiento, no consiste (como falsamente aseveran los pelagianos) en la imitación de Adán, sino que es la corrupción de la naturaleza de todo hombre engendrado en el orden natural de la estirpe de Adán; por el cual el hombre está muy apartado de la rectitud original, y por propia naturaleza se inclina al mal, y eso continuamente.

 

DEL LIBRE ALBEDRÍO

               La condición del hombre después de la caída de Adán es tal que no puede volverse ni puede  

              prepararse a sí mismo por su propia fuerza y por sus propias obras para ejercer la fe e invocar a

             Dios. Por eso no tenemos facultad de hacer buenas obras, agradables y aceptables delante de

             Dios, a no ser que la gracia de Dios por Cristo nos prevenga para que tengamos buena 

             disposición y voluntad, y obre juntamente con nosotros cuando tengamos esa buena disposición 

              de voluntad.

 

DE LA JUSTIFICACIÓN DEL HOMBRE

 

Somos tenidos por justos delante de Dios sólo por los méritos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo mediante la fe, y no por nuestras propias obras o por nuestro merecimiento. Por lo cual la doctrina de que somos justificados solamente por la fe es saludable en grado sumo y conforta en gran manera.

 


DE LAS BUENAS OBRAS

Las buenas obras son fruto de la fe y siguen a la justificación, pero no pueden librarnos de nuestros pecados ni pueden soportar la severidad de los juicios de Dios. Sin embargo, ellas son agradables y aceptas delante de Dios por medio de Cristo, y nacen de una fe viva y verdadera; de modo que por ellas se puede conocer la fe viva tan evidentemente como se conoce el árbol por su fruto.

 

DE LAS OBRAS DE SUPEREROGACIÓN

No se puede enseñar la doctrina relativa a las obras voluntarias llamadas de supererogación (acciones ejecutadas sobre o además de los términos de los mandamientos de Dios) sin incurrir en arrogancia e impiedad. Pues, según ella, los hombres manifiestan no sólo que dan a Dios todo lo que están obligados a darle, sino que por amor a él hacen más de lo que en rigor les exige el deber; siendo así que Cristo dice explícitamente: "Cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos..."

 

DEL PECADO DESPUÉS DE LA JUSTIFICACIÓN

No todo pecado cometido voluntariamente después de la justificación es el pecado contra el Espíritu Santo, y por ende imperdonable. De ahí que, a los que después de la justificación han caído en el pecado, no se les debe negar el privilegio del arrepentimiento. Después de que hemos recibido el Espíritu Santo, es posible que nos apartemos de la gracia concedida y que caigamos en pecado; y ello no obstante, también es posible que por la gracia de Dios nos levantemos otra vez y que enmendemos nuestra vida. Y por tanto, son de condenar aquellos que dicen que ya no pueden pecar más mientras vivan aquí, o que niegan la oportunidad del perdón a aquellos que verdaderamente se arrepienten.

 

DE LA IGLESIA

La Iglesia visible de Cristo es una congregación de fieles en la cual se predica la Palabra pura de Dios y se administran debidamente los sacramentos conforme a la institución de Cristo, en todo lo que forma parte necesaria y esencial de los mismos.

 

DE LOS SACRAMENTOS

Los sacramentos instituidos por Cristo no sólo son señales o signos de la profesión de los cristianos, sino que más bien son testimonios seguros de la gracia y la buena voluntad de Dios para con nosotros, por medio de los cuales él obra en nosotros invisiblemente, y no sólo despierta nuestra fe en él, sino que también la fortalece y confirma.
Son dos los sacramentos instituidos en el Evangelio por Cristo nuestro Señor, a saber: el Bautismo y la Cena del Señor.
Los otros cinco, comúnmente llamados sacramentos, es decir: la Confirmación, la Penitencia, el Orden Sacerdotal, el Matrimonio, y la Extremaunción, no deben ser tenidos por sacramentos del evangelio, puesto que algunos de ellos han emanado de una imitación corrupta de ciertas instituciones apostólicas, y otros son estados de vida aprobados en las Escrituras sin que sean de la misma naturaleza que el Bautismo y la Cena del Señor, puesto que carecen de toda señal visible o ceremonia ordenada por Dios.
Los sacramentos no fueron instituidos por Cristo para que sirvieran de espectáculo ni para que fueran llevados en procesión, sino para que usáramos de ellos debidamente. Y sólo en aquellos que los reciben dignamente, producen efecto saludable; mientras que aquellos que los reciben indignamente, adquieren para sí condenación, como dice San Pablo en 1 Corintios 11:29.

 

DEL BAUTISMO

El Bautismo no es solamente una señal de profesión y una marca de diferencia por medio de la cual se distinguen los cristianos de otros que no han sido bautizados, sino que es también una señal de la regeneración o nuevo nacimiento. El bautismo de los niños debe ser retenido en la Iglesia.

 

DE LA CENA DEL SEÑOR

La Cena del Señor no es solamente una señal del amor que deben tenerse entre sí los cristianos, sino que es más bien un sacramento de nuestra redención por la muerte de Cristo; tanto es así, que para todo aquel que debidamente, dignamente y con fe recibe este sacramento, el pan que rompemos es una participación del cuerpo de Cristo, y, de la misma manera, la copa de bendición es una participación de la sangre de Cristo.
La transubstanciación, o sea el cambio de las substancias del pan y del vino en la Cena del Señor, no puede ser demostrada por la Sagrada Escritura, sino que repugna a las palabras sencillas de la Biblia, destruye la naturaleza del sacramento, y ha dado ocasión a muchas supersticiones. El sacramento de la Cena del Señor no fue instituido por Cristo para que fuese reservado, llevado en procesión, alzado o adorado.

 

DE LA ÚNICA OBLACIÓN DE CRISTO CONSUMADA EN LA CRUZ

La oblación de Cristo hecha una vez, es aquella perfecta redención, propiciación por todos los pecados de todo el mundo, lo mismo el pecado original que los pecados personales; y no hay ninguna otra satisfacción por el pecado sino esa solamente. Por tanto, es fábula blasfema y engaño peligroso el sacrificio de la misa, en la cual se dice comúnmente que el sacerdote ofrece a Cristo por los vivos y los muertos para que alcancen remisión de pena o de culpa.